Paseábamos por Torrevieja con Juan Genovés admirando el bárbaro teatro municipal que demuestra fundamentalmente el poderío económico que se ha derivado del cambio del negocio de las salinas por el de los guiris.
Como en todo país de garbanzos, nos sorprendieron los grafiti en algunas de las paredes del recorrido. Se quejaba el pintor no por el aspecto lamentable que adquiere el espacio con la intervención de los firmadores titubeantes que hacen exactamente lo mismo en todas partes. Sino de la falta de originalidad que demuestran la mayoría de los que se dedican al nuevo y popular arte mural.
Lo triste, decía, es que te da lo mismo estar en Torrevieja que en Madrid, Nueva York o Londres. Todos se limitan a copiar. A copiarse.
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