Por ejemplo, de las orquídeas que me han alegrado el comedor el final de la primavera y el principio del verano, solo una ha decidido florecer de modo diametralmente opuesto al resto del racimo, la de la imagen.
Pero está claro que eso no le impide ser igual de perfecta que el resto. O igual de blanca, simétrica e inquietante que las demás. Lo único que ocurre es que ha decidido seguir otra dirección. Vamos como en cualquier familia.

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