Los blog de Huesca y el urbanismo

Me he dado una vuelta por alguna de las páginas oscenses. Hay un tema que aparece como el bajo continuo de las piezas clásicas del barroco: el urbanismo. Que se llama muralla, harineras, nuevos polígonos, casco antiguo y algunas cosas más.
No entiendo el tema económico (me he limitado en el tema urbanístico a ahorrar para comprar el piso y el estudio que acabará siendo mío dentro de unos pocos meses y a Dios pongo por testigo ... que se acabó lo de las hipotecas!). Tampoco desde el punto de vista de la política lo tengo demasiado claro. Nunca me ha interesado en exceso, pese a las aperiencias. Por ello deberé limitarme a consideraciones de tipo estético que, por otra parte, es a lo que he dedicado la mayor parte del tiempo en estos primeros sesenta años.
Desde esa perspectiva es probable que el resultado sea negativo y que no pueda uno sino lamentar las pérdidas que sin prisa pero sin pausa ha ido sufriendo la almendra ciudadana. Entre ellas, la casa de Carderera, el mercado o el teatro Principal que formaban parte de mi imaginario infantil. La primera con sus puertas de cristales de colores y el jardín; el segundo por ser ámbito de mis travesuras de niño y el tercero como espacio de iniciación a ese misterio al que anduve enganchado en la juventud, el cine, y que luego llegué casi a detestar. A cambio en el mercado se ha conseguido un espacio diáfano en el que todavía he tenido tiempo de algunos bailoteos en fiestas, a falta del jardín de verano (cuyo cartel anunciador sobre la puerta de entrada supuso mi primera incursión en la cartelería ciudadana...)
El casco viejo, más que antiguo, también ha sufrido la pérdida de edificios, pero ha sido peor el envejecimiento general ante la pasividad de casi todos. Tampoco en este caso ha de olvidarse el saneamiento de algunos de sus espacios, escasos pero evidentes.
Tampoco se pueden cerrar los ojos a la hora de considerar la imagen tremendamente positiva que ofrece la ciudad a quienes entran en ella por los nuevos polígonos, con sus luces y sus sombras pero cuestión no menos evidente. Pero el concepto de ciudad podría haber sido otro. (Claro, y otro y otro...)
Traigo como imagen un rincón ciudadano que, por el momento, resite la presión de los devoradores ladrilleros. Está en el centro y aguanta el paso de los años, viendo florecer el frutal en primavera. La plaza de San Antonio conserva un rincón de naturaleza al que a veces asomo la cabeza y pienso ¿No podríamos tener una ciudad en la que esto fuera lo normal y no lo de la avenida Pirineos?. Será por falta de tierra, supongo...