Exposición de Santiago Gimeno en Luzán

Un hermoso conjunto de piezas en acero el que presenta Santiago Gimeno en la sala CAI Luzán del zaragozano Paseo de la Independencia. Que recibe al espectador con una pieza de considerables dimensiones en el propio paseo ciudadano. 
Me pidieron un artículo para el catálogo, que transcribo tras las imágenes tomadas, una vez más, con el teléfono.







Dos piezas de menor formato en el vestíbulo de la entidad bancaria, para dar paso a un espacio que alberga la exposición del escultor zaragozano.




El negro del techo y suelo y el blanco de las paredes establecen un entorno favorable al conjunto de las piezas, patinadas de calidez.
  






Tenerlo claro.
Tener claro lo que se quiere no es un mal comienzo para cualquiera de las actividades del hombre, incluidas las artísticas. Por ello, cuando recibí el pliego de intenciones de Santiago Gimeno, con el que fundamenta teóricamente su exposición en la Luzán, pensé que era un buen comienzo, y que contaba con bastantes posibilidades de conseguir un buen final.
La exposición es parte de un proyecto en el que el escultor pretende volver los ojos y la mente -y que los posibles espectadores lo hagamos de igual modo- hacia su entorno más inmediato. Ese entorno próximo no es el propio taller, como advertiría cualquier teórico de los caparazones que nos envuelven (la habitación , el piso, el barrio, la ciudad, que se superponen como capas de una inmensa cebolla global). Sino la naturaleza como gran contenedora de nuestra realidad.
Pretende reflexionar, y que reflexionemos con él, sobre problemas tan acuciantes y actuales como la desertización, el cambio climático o el omnipresente asunto del agua en este 2008. No es pura coincidencia que esté prevista la inauguración de la muestra en los días en que Zaragoza abre la Exposición Internacional sobre el agua, el acontecimiento que conmemora el segundo centenario de los Sitios en la capital aragonesa.
Su reflexión se fundamenta en la consideración del pasado de la ciudad como naturaleza abierta, a la que hombre ha ido robando paulatinamente formas de vida, para transformarla en espacios de trabajo y descanso de las gentes que la pueblan. Sus elementos escultóricos, que es como el artista denomina a las piezas, pretenden establecer una dialéctica entre la naturaleza y la obra de arte, devolviendo a la realidad arrebatada una de sus partes fundamentales: la belleza de las formas naturales.
La obra de Gimeno, elaborada en acero corten, habitual en su trabajo artístico, parece asumir los fundamentos de la biónica aplicada al diseño. El estudio de las intersecciones y penetraciones de las superficies, que la naturaleza ha creado a lo largo de millones de años de pruebas, en sus elementos sobre todo vegetales. Pero lo hace alejándose al máximo de la funcionalidad del estudio de esa geometría natural, que ocupa a los fabricantes de todo tipo de objetos de uso, y depurando los elementos geométricos naturales hasta convertirlos en signos al servicio exclusivo del arte.
No renuncia en ningún caso a la realidad, como nos advierte en su fundamentación teórica, ya que su pretensión de que las piezas no solo sean sugerencias de las formas naturales obtiene sus frutos. Santiago Gimeno pretende y consigue que exista una referencia directa a esa realidad que quiere devolver a su espacio natural, ahora invadido por las obras del hombre, y convertido en eso que entendemos por ciudad y que tan pocas veces planificamos desde la consideración de la naturaleza que arrebatamos.
He seguido la reificación de alguna de las piezas. En especial la gran escultura que va a presidir la exposición en el exterior de la sala. Las dificultades para pasar de la idea, la imagen, a la cosa, son evidentes y añaden un interés a los resultados finales por la espectacularidad del formato. Pero la escultura de Gimeno no precisa de la monumentalidad de las grandes piezas que cualquier escultor, y él no es la excepción, desea colocar sobre el plano ciudadano.
La definición de belleza que he usado en mis clases y en los escritos en que comento el arte, se la debo al pintor Antonio Saura, y late en cualquiera de las obras de este escultor. Lo bello es lo intenso aseguró Saura en la conferencia que impartió en la celebración del ciento cincuenta aniversario de la Escuela de Magisterio de su ciudad natal .
Con independencia de los formatos, la escultura de Santiago Gimeno resulta especialmente intensa. A mí me lo parece ahora, cuando tengo que escribir unos folios con motivo de su nueva exposición en la sala de la CAI de Zaragoza, pero me lo ha parecido desde que conozco su trabajo. Tendré por tanto que concluir con la seguridad de que estamos ante unas obras esencialmente bellas. Lo tengo claro.
Huesca, mayo de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que yo tengo claro es que son formas poco originales, la primera la veo todos los días cuando uso el tajador para afilar mis lápices. Las dos siguientes, qué quieres que te diga, es una mala imitación de unos chorros de agua. La tercera ¿una hoja seca, tal vez?. La cuarta tiene innumerables réplicas en mi pueblo, desde el corte de una cosechadora hasta una tolva. Y las dos últimas…, mira que ya me he cansado.
Aparte de todo decir que la que se encuentra en el Paseo Independencia es muy peligrosa para los viandantes.
En definitiva, es un aprendiz de herrero.